24 septiembre 2012

Historias de extraños




¿Alguna vez te has preguntado la historia del señor del carro de al lado, en plena hora pico, atascado en el tráfico? Yo siempre. 

No solo del señor del carro del lado, sino de la familia del edificio de enfrente que cantan cumpleaños, de la señora que se me coleo el otro día en la panadería, del perro que vi en la calle y de el muchacho que corre para atajar el autobús. 

Imaginarme todos los posibles escenarios de la vida de esa persona que probablemente nunca mas vuelva a ver. ¿Quienes son sus padres? ¿Cual es su color favorito? ¿Qué no lo deja dormir? ¿Qué piensa?. Siempre me ha intrigado lo que no conozco y no conoceré. ¿Por quien o que habrá llorado el muchacho que llena el tanque del carro en la gasolinera?  

Imagino que como todos habrá llorado alguna vez por la cebolla que corta para preparar el almuerzo, y que por haber estado sumando las cuentas del mes, se le quemó el arroz.

El señor del carro de al lado, en plena hora pico, atascado en el tráfico, ha perdido mas de una vez la billetera pero nunca se le ha olvidado el cumpleaños de nadie. Y todos los días se come un pastelito en la pastelería de la esquina desde que vive en esa zona, y le lleva siempre galletas de mantequilla a su mamá todos los sábados desde que su papá los abandonó cuando el tenía 12 años. 

La familia del edifico de enfrente le celebra el cumpleaños de su sobrina, que acaba de graduarse del bachillerato con excelentes notas y quien es secretamente envidiada por su prima, quien se siente opacada e ignorada cuando su luz ilumina los cuartos, y a quien le quedaron tres materias por escaparse con el novio, a la plaza que queda a tres cuadras del colegio, porque ni su mamá ni su papá quieren que tenga una pareja hasta los 18 años.

La señora que me coleo en la panadería no habla con mas nadie sino con su perro en su casa. Su marido pasa día y noche frente al televisor cuando no trabaja y no la toca desde hace 9 meses, su hijo siempre le pide dinero y siempre esta frente al monitor, su vecina Rosa pasa todas las tardes con ella, hablando de las plantas y la novela y ella, aunque no lo sepa, es feliz, porque en el fondo tampoco quiere hablarle a ellos pero aún así, los ama, en su silencio, y disfruta cada año tejiendoles manteles a la suegra, guantes al marido y bufandas y gorros al hijo para cuando en navidad vayan a Mérida a casa de la hermana, tengan con que abrigarse. 

Al muchacho que corre para atajar el autobús se le daño el carro que le regalo el papá porque se compró uno nuevo, y tuvo que salir temprano a buscar la batería nueva para poder ir al trabajo ese que odia al día siguiente, para que le paguen la quincena completa para por fin terminar de pagar el anillo que le compró a la novia de toda su vida para casarse, porque hace 3 meses se enteró que esperaban un hijo, todo eso mientras termina de sacar su carrera de arquitecto, que ha sido el sueño de su vida desde que a los 8 años visito la oficina de su mamá en Caracas, esa mamá que lo dejo él y a su papá, cuando el tenía 7 para irse a vivir con el amigo de toda la vida (ahora algo más) a la capital. 

Ah, y al perrito que vi en la calle lo dejo por ''accidente'' el papá de una familia a cuatro cuadras de la casa, porque le comió un zapato, uno del par de zapatos que le regalo el abuelo antes de morir de un infarto a los 87 años y con el mismo con que se caso y con el mismo con el que siempre va al trabajo. La hija no lo dejo dormir en toda la noche de tanto que lloraba por su perro, para al día siguiente encontrarlo sentadito enfrente de la reja de la casa después de explorar la urbanización durante la noche buscando la casa. 

Y yo escribo esto en la madrugada del día 24 de Septiembre de 2012, sin poder dormir y con algo de calor. Esto de escribir la fecha y hora como final en dos entradas seguidas no me esta gustando.